JOSÉ JUAN LUQUE | QUEDA EL RECUERDO (04/10/2013-30/10/2013)

Da igual dónde, si al final te reconoces. La fotografía para mí ha sido un descubrimiento, una forma diferente de mirar y explorar el mundo. Es la espontaneidad de ver algo y sentirse identificado. Me interesa la fotografía por su efecto catártico, porque ha cambiado la dimension de mi vida y la forma de afrontarla. Le ha dado sentido a muchos momentos. De repente, siempre pasa algo. Es una excusa ante mí y ante los demás. Me incita a vivir, a partir constantemente. Me obliga a reflexionar y a no parar de buscar. Es un ejercicio de destripamiento. Desnudarse y verse.

Tiene mucho de dolor la fotografía. Y es del dolor más profundo desde donde nace todo. Nace el camino y nace el proyecto, que acaba convirtiéndose en tu propia vida. Llega el momento en el que no piensas en proyectos, sino en sentir. Sentir cuando fotografías y cuando estás en el cuarto oscuro sacando el carrete de la cámara. Esos segundos en los que contienes la respiración porque todo se vuelve frágil. Mientras vas enrollando la película en la espiral, te tiembla la mano porque sabes que ahí hay parte de ti, que ese pequeño rollo de 36 imágenes es un fragmento de tu vida. Y sabes que en ese instante un simple rayo de luz te deja vacío. Por eso sufres y por eso la alegría es infinita cuando al cabo de una hora ves las imágenes pegadas en el negativo. Lo has conseguido. Te has congelado para siempre y cada vez que veas esas instantáneas, verás algo diferente. Porque la fotografía es un juguete donde cada uno se inventa lo que quiere ser.

Queda el recuerdo nace una noche en la que una pareja de amigos estaban dejándolo. Decidí fotografiarlos porque me estaban mostrando muchos sentimientos. Se mezclaban la rabia, el dolor y el amor. Me marché emocionado ante tanta sinceridad. Pero al revelar el carrete en casa perdí la película. Me sentí muy impotente y rápidamente fui a escribir todo aquello que estaba sintiendo, ese sentimiento de pérdida que me afligía. Sentía que se me escapaba aquella historia. Entonces, me pregunté, ¿qué queda cuando ya no queda nada? He vuelto a perder carretes, o partes de él, así que el dolor siempre ha vuelto.

Quiero hablar de la fugacidad de los momentos, de la desazón producida por la pérdida y de las casualidades. En los propios negativos van surgiendo pequeñas historias, unas veces de forma intencionada, lineal, cuando se suceden las imágenes una detrás de otra, pero en otras se juntan por azar, al quedar alineadas en vertical. Todo es un cruce. Esas historias van quedando en el olvido, fundiéndose con el recuerdo, que al final es lo único que nos queda.

José Juan Luque